Nada ni nadie es más libre que su propia imaginación, con sus recodos profundos, sinuosos, interminables; estancados en un segundo eterno o en vertiginoso descenso. Como un río que acumula su colorido caudal de deseos e ilusiones al paso de los años, hasta desembocar en un océano irisado, infinito, único y privado, a mano sólo de su alma, a la vista sólo de su corazón.
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!Hermoso saludos Mara.