A veces ni su nombre
me viene a la cabeza,
más no olvida mi mente
su cara de tristeza.
Reflejos en sus ojos,
que miran con fijeza,
de daño y de soberbia,
de orgullo y de vileza.
Y aguanto su mirada,
quieto con mi cerveza,
de tripas corazón,
e impostada entereza.
Su rostro otrora dulce,
hoy muestra de dureza...
Y al pasar por mi lado
le escucho una lindeza.
Se que querías más,
a mí me dio pereza,
pero he intentado siempre
limar las asperezas.
Después de tanto tiempo,
no me causó extrañeza,
su olvido sin perdón,
sus aires de grandeza.
Pero a pesar de todo,
te digo con franqueza,
quizás su nombre no,
recuerdo su belleza.
Hermoso su semblante,
sus labios de cereza,
los ojos, dos turquesas,
la piel solo pureza.
Precioso todo el cuerpo,
los senos con firmeza,
caderas cadenciosas,
y fluir de sutilezas.
Con eso yo me quedo,
con su delicadeza,
las noches en su coche,
su ardor y su destreza.
97 lecturas versoclasico karma: 112