Rastreé parajes escarpados,
nebulosos y afines al tártaro.
Ululé hallar tu abrazo
en estereoscópico llanto.
Trasegué mis deseos
en falaces sucedáneos.
Intenté hallar paz
en un rastrojal.
Y perdí mis abalorios
en una acequia nauseabunda.
Y sólo sé que:
Es tu mirada
la dádiva que anhelo.
Es tu sonrisa
la endorfina de mi vida.
Entelequia infinita
en pasión adscrita.
Marisa Béjar.
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