Te regalo el aroma de su estambre,
te regalo su hermosura y su ornato,
el perfume que seduce al olfato,
su belleza que al verlas da un calambre.
No sufras, el jardín tiene un enjambre,
tantas que las ofrezco sin recato,
por más que te parezca no sensato
el riesgo de saltar la red de alambre.
Yo guardo las espinas dolorosas,
esas que se esconden entre sus hojas,
donde solo descansan mariposas.
Bellas y espinosas ¡Qué paradojas!
Con sus suaves pétalos, tan sedosas,
mi ofrenda es un ramo de rosas rojas.
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