Ni las sombras del árbol
que provoca la incertidumbre
de caer en el olvido.
Ni la ausencia ausente
por ya no quedar nada,
al querer destruir
el más mínimo
de tu posible recuerdo.
Ni el silencio apagado
tras las grietas que provocan
tus gritos de silencio,
podrán hacer que pase inadvertido,
ese pasado tuyo depravado
de tu indigna inmoralidad.
Tienes una deuda de sangre
y ya he venido a cobrarla.
Iván A.
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