Todo te envidia, amada mía
Te envidian los bosques y las selvas,
también las azucenas y madreselvas
Te envidian las frutas y sus sabores,
también los campos con sus verdores
Te envidia lo más suave y lo más precioso
Te envidian los océanos y también los ríos
Te envidian el verano cálido y el invierno frío
Te envidian la primavera florida y el otoño hojoso
Te envidian el Sol la luna, y las estrellas,
la bóveda celeste te envidia entera
Te envidian la aurora y la noche oscura,
y también la brisa cuando murmura
Te envidian lo dulce y lo salado
Te envidian lo presente y lo pasado
Te envidian la madrugada y el crepúsculo
Te envidian lo grande y lo más minúsculo
Te envidian lo recordado y lo olvidado,
las montañas, las colinas y las mesetas
Te envidian lo propio y lo prestado,
las aguas agitadas y también las quietas
Te envidian los ángeles y querubines
Los zafiros, diamantes y los rubíes
Te envidian los santos y los profetas,
y también los versos de los poetas
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