Encaramada al árbol de la vida
con el vigor de sus latidos
y el ímpetu de la juventud,
sorteaba las tempestades
que azotan sus férreas hojas
aún se filtran hasta las raíces
depositando posos de amargura
Nadie supo atisbar
que con sus rizos bailando al sol
y sus pestañas cubiertas de sonrisas,
fuera acumulando cegueras
en la oquedad de su alma
en el silencio de sus huellas
con esa argucia de las sombras
arrastrándola, sin pudor, al abismo
Y en un aciago instante, un segundo
en la vorágine de su mente
disfrazada de tétricas visiones
que solo ella vislumbra,
echó a volar un día
en un vuelo sin retorno
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Muy muy bien
Muy bueno compañera.
Muy bien desarrollado este tema tan amargo.
Felicidades, Minada.