Haz a tu imagen
(ante mis ojos tienta lo imperfecto)
y todo lo que haga de ti:
ídolo de barro.
Mientras cae la noche
no te perdono
como la otra vez;
mañana arrancaré tu sombra
como un inquisidor
hasta ser tu hoguera.
Sólo de sacrificio
me deshice
(sobreviviendo)
y te quise de culpas,
aunque de dolor estaba
sujeto a ti.
Me eduqué
en la oscuridad
para regalarme más días
antes de partir.
Qué noche de blasfemia,
más, pagué mi condena
por redimirme
en el ritual de una oración
—pecado que ilumina mi alma—
De carne, de huesos,
y mi juramento
te nombran desde un sueño.
Siempre creí en ti
con estricta desobediencia.
Me perdono de padrenuestro, y al impío, en mí.
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Saludos.
Saludos, amigo!