Vientos que azotan y agitan la ladera de los años...
Truenos que revientan la memoria...
Eclipses que disparan cañones...
Rosas y risas que se ahogan en el río...
Amaneceres sin luna...
Pasión ensombrecida y huérfana
por no tener el dulce de tus labios.
En esta ciudad de calles y faroles
tu imagen rutilante taladra mis sentidos
¡Oh fragancia de bosques amurallados¡
Por qué te alejas de mi regazo.
Acaso no soy el rocío mañanero
que inunda tus floridos campos
y tu cuerpo perlado
que muestra tus senos amplios
cargado de verdes duraznos.
Que triste es la vida...
Cuando sentimos el rechazo.
Pero no todo está perdido
la laguna que manoseaba tus encantos
se ha convertido en un gran lago con ventanas
puertas y pisos de aspecto imaginario.
Pudiera yo adentrarme a sus balcones marinos
y beber la ambrosía que el Dios sagrado
dispuso en un día soleado
para purificar los corazones abandonados.
Y como caballo gitano corriendo
por la llanura sin atadura y desbocado
desmoronando las cicatrices del pasado
me acerco a enamorar a la trigueña
de ojos rayados y cuerpo bien formado
a orillas del riachuelo de los bienaventurados.
¡Un clavo saca otro clavo! Así dice el refrán.
Perdí tus labios y ojos abrillantados
pero gané la confianza, la sonrisa
y un corazón bien amado.
El jilguero le canta a los enamorados
encima del puente amarillo
rodeado del morichal reverdecido.
El amor es la sustancia divina.
Locura grata y santa
que nos permite mitigar el desencanto.
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saludos Ray
Buenísimo poema.
Un abrazo.
¡Muchos aplausos!