Vivir fuera del crujir de los fierros
Del drenar del cemento
Del silbido del verde papel
Del trinar de las mentiras
Del prócer de los ciegos.
Lejos de la perturbación de los cielos
De la envidia del sentimiento
De la mártir que no celó
De la madurez del supuesto alma
De la piedra de la conciencia.
Para estar en el grito anunciante de la noche
En la crudeza de lo silvestre
En lo irritante del viento imperecedero
En el abismo del verdor matutino
En la tempestuosa fiesta de la lluvia.
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