Te vi llegar temprano aquella mañana de otoño, me mirabas fijamente, mientras, rozabas mis manos.
Una sonrisa dulce esbozaron tus labios, dejándome perplejo, como un tonto, locamente embobado.
Aun llevo guardado en la memoria aquel día, ese parpadeo de tus ojos, esa mirada pícara, que me hacen sentir cosquilleos extraños.
En mi interior, pensé besarte, besar tus carnosos labios, pero me fallaron las piernas, tuve miedo y no pude dar un paso.
Tu desinhibición y rapidez en ese momento fue perfecta, gracias por correr al auxilio de mis labios que esperaban a los tuyos, deseando beber de tus besos.
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