Mil cantos de tierra y alma
por siglos le has dedicado.
La miras con avidez,
con virtud y con pecado.
Sospechas lo que ella oculta,
lo que jamás te ha mostrado;
prefieres seguir amando,
sordo, ciego, apasionado.
Su rostro tiene dos caras:
la que amas y la oscura.
Te quedas con la que brilla,
la más linda, la más pura.
Ella es ajena al amor,
a las luces, a las sombras.
Tampoco oye el clamor
de tu piel, cuando la nombras.
Aunque la sepas distante,
aunque un solo lado muestre,
igual la sigues amando.
Mujer Luna, para siempre.
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