Agradezco, las tres dagas que por amor me enterraste,
las promesas de forastero y los besos colgados
en la puerta, ironías, cuando al abrazarnos
llorabas de deseos y recorrías mi alma
con tanta precisión que no dudé jamás morir junto a ti.
Te contemplaba sobre el lienzo nocturno,
versaba sobre la luna y algunos tormentos
y terminaba bajo tus hipnóticas caricias
refugiada en tus alas a plena madrugada.
Fue un estruendo fracaso, amarnos,
el cielo tan distante
las pieles inalcanzables,
cuánto duele no poder beber de tus ojos.
La sonata triste del olvido nos envuelve;
ahora, por estas horas que le robo al tiempo
te recuerdo y dejo perpetuar en mis manos
de piedra húmeda, todo aquello que alguna vez
pretendí donarle a tu vientre sin volver atrás.
Yaneth Hernández
Venezuela
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"La sonata triste del olvido nos envuelve;
ahora, por estas horas que le robo al tiempo
te recuerdo y dejo perpetuar en mis manos
de piedra húmeda, todo aquello que alguna vez
pretendí donarle a tu vientre sin volver atrás."
Saludos Yaneth!
Un placer leerte.
¡Saludos!
Saludos, Maria Mercedes